El fracaso me conserva de mi propia ruina,
la ansiada ruina.
No,
no dejes que alcance,
no me dejes,
no.
Humíllame antes de que eche a andar,
aplasta mi ego pueril,
te lo ruego,
devuélveme a mí mismo,
al amado fracaso,
al sencillo.
Ahora
me avergüenzo ante el mendigo.
No me mires
rebuscando entre el desecho,
tú,
tan solemne, tan pordiosero.
Tú rebuscas,
déjame romper también mis ropas
sin miedo,
con ojos crispados por luces nocturnas,
por frío,
con hambre de huesos mordidos,
carbón bajo las uñas,
sed de almas.
Deja que me descalce y bese tus pies desnudos,
curtidos.
Invítame
al banquete del hambriento.
Mírame,
levanta tus ojos del suelo,
no me dejes marchar tranquilo.
Por favor mírame,
al menos
mírame.
AEdlM
No hay comentarios:
Publicar un comentario