Descansa.
Por favor, pequeño genocida,
respira.
Sólo ahora,
sólo hoy,
permíteme verlo,
déjame ser testigo
de tu humanidad ahogada.

Baja del trono canciller.
Mírate las manos,
no es sangre ajena,
infinita,
es la tuya propia
que emana de tus grietas,
que deja un rastro.

Ven pequeño,
yo sí que te conozco
y te perdono
por todos ellos
aunque no pueda
aunque no quieran.

Tú que has matado,
que has muerto
en tus propias manos,
pero ni matarte has podido.

Tú que no has diferenciado
entre hienas y corderos,
entre fuertes y olvidados,
tú que por ser justo 
no tuviste piedad.

Ven,
porque hoy eres frágil,
eres humano.
Sí,
pero no temas,
yo te protejo,
descansa aquí en mis manos.
Muéstrate,
pide perdón,
hazte pequeño.
Humíllate si es necesario,
pero déjales dormir
aunque sea sólo hoy,
deja que descansen
y descansa tú también,
aquí, entre mis manos,
que ya mañana volverás
a la tortura y al maltrato.

AEdlM