Quiero darte un nombre. Uno que defina tu propia existencia, un vocativo personalizado y único, término definido por la propia genética personal e inimitable, único incluso en su representación escrita, en la articulación fonética, en el proceso mental que elabora el significado. ¿Qué significa? Tú. Yo. Él. Ese al que apunto con el dedo, no un "él" genérico, no un artículo reciclable. Es una unidad que sólo hace referencia a una unidad. Es una palabra madre que contiene en sí todos los aspectos inabarcables de una personalidad, y que tiene que ser parida por su propio objeto.
Quiero llamarte por el nombre que te puso Dios al crearte. Que mi boca sea capaz de formular los sonidos que salieron de la boca de Dios, en su lenguaje de Dios. Pues, ¿tal vez no fuera antes la palabra que el objeto? ¿Tal vez no ideara Dios la palabra, tú palabra, y más tarde te diera forma a través de ella? Tal vez "en el principio existía la palabra".
Quiero abarcarte en una única estructura, en un sólo fonema si cabe, en un solo sonido, tal vez fuera de la frecuencia audible, pero sí inteligible por necesidad, por lo que significa y encierra dentro. ¿Por qué los sonidos no pueden ser información creadora? ¿Acaso serás Juan o San Pablo el día que vuelvas a nacer? Yo me inclino a pensar que encontrarás tu propio significado, en una frecuencia que será también tuya. Incluso el sordo de nacimiento escuchará cómo se le llama por su nombre, y sabrá, aunque jamás lo haya oído antes, que se refieren a él y a nadie más, que está siendo definido en una perturbación perfecta, que está siendo amado en lo insondable de su propio significado, no resumido, sino glorificado por la palabra.
AEdlM
Quiero llamarte por el nombre que te puso Dios al crearte. Que mi boca sea capaz de formular los sonidos que salieron de la boca de Dios, en su lenguaje de Dios. Pues, ¿tal vez no fuera antes la palabra que el objeto? ¿Tal vez no ideara Dios la palabra, tú palabra, y más tarde te diera forma a través de ella? Tal vez "en el principio existía la palabra".
Quiero abarcarte en una única estructura, en un sólo fonema si cabe, en un solo sonido, tal vez fuera de la frecuencia audible, pero sí inteligible por necesidad, por lo que significa y encierra dentro. ¿Por qué los sonidos no pueden ser información creadora? ¿Acaso serás Juan o San Pablo el día que vuelvas a nacer? Yo me inclino a pensar que encontrarás tu propio significado, en una frecuencia que será también tuya. Incluso el sordo de nacimiento escuchará cómo se le llama por su nombre, y sabrá, aunque jamás lo haya oído antes, que se refieren a él y a nadie más, que está siendo definido en una perturbación perfecta, que está siendo amado en lo insondable de su propio significado, no resumido, sino glorificado por la palabra.
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