"¿No es así, Von Sohn? Aquí tenemos a Von Sohn, miren. Muy buenas, Von Sohn".

19 ene 2014

Dos seres que se miran en perpendicular al plano que forman sus paneles auditivos y sus pies, en la dirección de sus vectores nasales y del vuelo de sus propias salivas desprendidas al hablar o al graznar o al rebuznar o al cantar o al susurrar en un mundo idealizado y euclídeo. Dos seres que se miran en la misma dirección pero en sentidos opuestos, enfrentados, enemigos posicionales o tal vez bélicos. Sentidos opuestos que se anulan como suma vectorial y se convierten en un punto sin sentido. Un vector reducido. Dos miradas de igual módulo no tienen sentido, así que una de ellas ha de preponderar. Una mirada, al menos, ha de expresar algo nuevo, romper el equilibrio ocular, dar sentido al hecho de mirarse. El equilibrio es el sinsentido de la mirada, e incluso el odio es más inteligible que la pasividad, y fuera de la pasividad no hay equilibrio porque no hay dos odios del mismo módulo ni dos amores equivalentes. Pero el odio y el amor viajan de un ojo a otro en sentidos opuestos. El amor es "hacia" y el odio es succión. Cuando el amor responde al odio, se introduce en su fuente con sus mismas dirección y sentido espaciales, y amplía, si cabe, el valor absoluto de su módulo, pero siempre varía la condición de este odio porque ya no vive en el ojo del que ama, sino que permanece en aquél antagonista, a quien ha sido regalado, que ante tal desequilibrio se ve forzado a amar.

AEdlM

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