"¿No es así, Von Sohn? Aquí tenemos a Von Sohn, miren. Muy buenas, Von Sohn".

23 feb 2014

La sonrisa imperfecta porque... por cualquier motivo; el labio cuarteado por obra del frío; los ojos cansados hoy por culpa de ayer y ayer por culpa de ayer por la mañana y del ayer de ayer por la noche y por el día; la mueca forzada y bufona que estira media faz y arruga la otra media; esta arruga, y esa también, y la que vendrá aquí, justo aquí, en medio de la frente tersa hoy, y mañana quién sabe; el pelo que cubre en desorden cayendo y cubriendo las fachadas de epidermis como los maceteros de hiedra plantados hace 22 años y de poda ocasional; el lunar, el grano, la mancha, el vaso roto en pedazos de cristal, el morado y también la verruga de la bruja de lencería fina; el quiebro de la nariz con su asimetría y su tamaño asimétrico y su contenido digital; otro lunar aquí; la piel que recubre el hueso, la piel que es tierra extranjera escarpada y accidentada, rica y compleja, variada en tonos, formas y composiciones, muy pálida hoy, y mañana de bronce... Ha perdido su color de ayer, pero mañana lo recobrará y mientras, hoy, es tan bella como cualquier otro día de sol. Ha perdido su forma de dictado literal, pero mantiene la fuerza de saberse continente del mismo corazón hambriento. Es tan bella como siempre porque mira con el mismo fuego aunque el adorno se haya hecho ceniza, se haya diluido por ser perecedero y comprado en rebajas agresivas.

Me gusta esa mujer a las 7 de la mañana del lunes de miopía y rocas silvestres, la cara lavada y fresca, la tierra al viento y la erosión. Me gustan la cara más humana y ese diente que nadie corrigió. ¿Es bella? Mira cómo ríe, cómo grita, cómo baila, cómo muerde. ¡Está viva! O sólo escucha cómo respira y disfruta al sentir su infinitud. Mira esa sonrisa original, originada en el origen. Mira el tamaño de esos ojos que miran desde mucho más lejos que una cuenca ocular. Mira a la mujer que no se esconde tras pinceladas de tinta de plástico de anuncio de cualquier cosa profana. Mira a la que no esconde su piedra porosa tras estuco o moldura de terracota, a la que expresa lo que es o lo que le ha tocado ser sin vergüenza de opresión ni tiranía de lo políticamente correcto y dirigido. Mira el bosque frondoso que cubre sin control su cabeza lúcida y joven, o tal vez la vieja llanura de grietas que aún recuerdan a dicho bosque que se secó, o que nunca existió, o que fue talado por aquello que queremos olvidar o que nunca podremos olvidar. Ambas son bellas a su manera y ninguna supera a la otra más que por razones que alguien inventó y nos impuso, y ya no recordamos, y ni siquiera nos parecen razones. Y también esa herida es bella, y esa cicatriz. Y también la tierra ajada y dañada. Todo ello es un paisaje de una belleza insondable, un paisaje que es bello porque es sincero, porque es de tierra natural y fresca. Y la ciudad no se encuentra sobre esas tierras, no las cubre con su forma lisa y unificadora, no les borra su carácter excepcional. La ciudad no es el paisaje de los martes de madrugada ni del esfuerzo de una madre ojerosa. La ciudad es ajena a la luchadora precoz y dolorida que, sin embargo, sonríe con una boca más bella que la del ejemplo repetido e imitado por todas aquellas que quieren ser ciudad en su propia carne.

AEdlM

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